Durante los últimos días, mis idas y venidas en el metro suceden rápidas con la lectura de De profundis. Me llevan a un Wilde diferente del que conozco, ya no es el dandy que se recrea en el disfrute del placer y del éxito, ni tampoco es el escritor de las comedias que le estaban haciendo tan famoso en los últimos años: El abanico de Lady Windermere, Un marido ideal (que hasta finales de febrero se representa en el Vaudeville Theatre), La importancia de llamarse Ernesto,… El escritor, ahora, baja a los infiernos y se recrea en su vida que ha derivado en la tragedia.
El libro es una carta interminable escrita a Lord Alfred Douglas, “Bosie”, desde la cárcel de Reading. Antes de llegar allí, pasa también por las cárceles londinenses de Pentonville, en Caledonian Road (durante los primeros meses que pasé en la ciudad viví bastante cerca de allí), y de Wandsworth, el lugar donde fue confinado Julien Assange tras su detención. En total dos años (desde 1895 a 1897), dos años de trabajos forzados y de ruina económica que destruirán su fama y posición en la Inglaterra victoriana que lo había encumbrado como uno de sus escritores emblema.
Oscar Wilde revisa su vida. A veces, la carta se convierte en una sarta de reproches a su amante, es por su culpa que se encuentra en la cárcel. Le echa en cara el que no se haya dignado a visitarle durante todo ese tiempo, el hecho de que por él no sólo ha perdido la libertad sino que ha perdido toda su fortuna y nombre. Escribe y escribe sobre una relación dañina que solo podía llevarle a la perdición. Sabe que va a la cárcel por el Amor que no se atreve a decir su nombre.
Durante todo el tiempo que estuvimos juntos no escribí nunca una sola línea. Fuera en Torquay, Coring, Londres, Florencia o en otros lugares, mi vida, mientras tú estuviste a mi lado, fue totalmente estéril y nada creadora.
Mientras estuviste conmigo fuiste la ruina absoluta de mi Arte.
Pero éticamente habías sido todavía más destructivo para mí que en lo artístico.
En toda nuestra relación se descubre, no ya el Destino, sino la Fatalidad: la Fatalidad que camina siempre deprisa, porque va al derramamiento de sangre.
penellagr
23 febrero, 2011
Opino igual que tú, Wilde me parece demasiado superficial y mundano en sus cuentos, por igual que «En en la importancia de llamarse Ernesto» pero en «De Profundis» realmente se puede apreciar su calidad literaria; porque, entre esas tramas tan superficiales y ese arrogante estilo de vida, en que los placeres y las frivolidades son el ejemplo a seguir… realmente no me hallo.
Tiene líneas hermosas, esa gran carta; y quede con un grato de sabor de boca con un retrogusto amargo ¿Será que nunca olvidamos del todo? ¿Será que el dolor que nos provocan aquéllos a que amamos puede pasar a segundo plano porque el sentimiento propio ofusca la verdad?
Sólo por eso considero a Wilde como un buen escritor; todo lo demás que le he leído no me parece rescatable. Pero tan sólo es mi pobre opinión.
Saludos, buena entrada.
Toño
http://www.penellagr.wordpress.com
elena
23 febrero, 2011
Gracias por tu comentario.
Sí, yo a veces también encuentro a Wilde un tanto frívolo, por eso me interesé de inmediato por este libro. Me llama la atención la manera en la que se aferra a una relación que le ha llevado a la ruina y, sobre todo, veo que él mismo, en muchos pasajes, concibe su condena en la cárcel como una consecuencia de sus actos. No culpa a Lord Alfred, tampoco a la sociedad, si no solamente a él mismo y probablemente al superficial y arrogante estilo de vida que comentas.
penellagr
24 febrero, 2011
A veces Wilde ( o uno mismo) se encierra tanto en la posibilidad de entablar una relación que no se pregunta hacía donde lo va a llevar esta misma… Wilde perdió su dignidad , y, aunque le molesta tampoco se arrepiente de haberlo conocido….